AL AGUA PATOS.

El sábado, mientras pedaleaba observaba los entrenamientos de algunos participantes en el campeonato del mundo de natación. El gimnasio del Club Natació Barcelona está situado en lo alto de la grada de la piscina olímpica, y a través de una gran pared de vidrio los que pedaleamos en el gimnasio vemos casi todo lo que ocurre en la piscina.

Cuando estaba observando cómo se entrenaban los chicos y chicas de cuerpos superatléticos y perfecto estilo natatorio, a un par de ellos su entrenador les hizo nadar dos largos de piscina a la potencia con que compiten en carrera. Me imagino que los primeros torpedos autopropulsados no debían navegar a mucha más velocidad, ¡¡Dios Mío!!, nunca había visto nadadores de alta competición en acción y a tope, y la verdad es que me impresionó.

Sobre cuerpos superatléticos hace años tuve una experiencia que viene a demostrar lo mucho que cuesta alcanzar rendimientos de alta competición, y lo poco que cuesta perderlos. Aprendí a bucear con escafandra autónoma en el Poseidon Club de Calella de Palafrugell, que además es el lugar donde he hecho la mayor parte de mis horas de buceo. El club es alemán, entonces dirigido por mi buen amigo Rudiger (Rudi) Pacena, alemán de Kiel que en los primeros años 60 llegó a Calella con un equipo de pruebas de equipos de buceo, la hija de un hotelero local lo pescó y por suerte para él se quedó a vivir en Calella, suerte porque uno de sus trabajos en Kiel era buceador del puerto y su equipo de invierno incluía un pico y una sierra para cortar el hielo y acceder a la zona de buceo. Uno de los asiduos que cada verano buceaba en el club era un nadador de alta competición que en una ocasión había ganado el campeonato alemán de 100 metros crawl. De repente durante un par de años dejo de acudir a la cita veraniega del club, y al tercer año si se presentó a reanudar sus inmersiones, pero el primer día no lo reconocí porque desplazaba casi el doble que la última vez que le había visto. Me explicó que justo antes de su última visita a Calella había dejado la alta competición, sus entrenamientos y rutinas, y que se había hinchado como un globo, pero que había vuelto porque hacía medio año que estaba siguiendo un plan de dieta estricta y ejercicios que le permitía volver a bucear sin excesivos riesgos adicionales. O sea, el tamaño que yo veía correspondía a la fase de adelgazamiento.

Aunque no venga a cuento voy a explicar un par de experiencias divertidas relacionadas con Rudi. En el Poseidon las inmersiones estaban muy bien organizadas, se montaban grupos de tres, que si se podía estaban compuestos por un buceador experimentado, otro de nivel medio y un novato, grupo que debía mantenerse unido a lo largo de toda la inmersión, se descendía y a poder ser se ascendía por la cuerda del ancla, dos buceadores experimentados, de los que uno era Rudi, se quedaban en la barca con el patrón y con sus equipos preparados por si debían solucionar cualquier emergencia en el agua, etc. La disciplina también era germana, en más de una ocasión había visto a Rudi pegar broncas no muy sonoras pero impresionantes a clientes que de ser españoles le habrían contestado aquello de “yo pago…”. Un buen día se presentó un buceador del país, que dijo ser valenciano, que de entrada venía con botellón doble más biberón, que quiere decir dos botellas en paralelo y una más pequeña acoplada a ellas. Me chocó porque Rudi me había convencido hacía tiempo que la monobotella es mucho mejor porque es más cómoda, cuanto más peso mayor riesgo de accidente, y si se actúa de manera organizada y planificada una monobotella da para hacer lo que uno quiera. En cuanto iniciamos la inmersión el valenciano desapareció a su aire y cuando todos los grupos habían ya regresado a la barca, llevábamos bastantes minutos esperando a que apareciese, y ya habíamos empezado a discutir la organización de su búsqueda salió a la superficie a unos 50 metros de la barca. Rudi le pegó la bronca de rigor que incluyó el que no volviese al club para nada y por toda contestación y en valenciano le dijo “Es que yo buceo con dos cojones”, a lo que Rudi le contestó en catalán con perfecto acento del Ampurdan que era el primer ser humano conocido que respiraba con los cojones.

El club organizaba cada mes una barbacoa en la playa, con un método de ahumado muy alemán con un bidón que se pasaba horas soltando un humo gris y un olor no muy agradable, aunque el resultado final era exquisito. En algunas de las barbacoas me dedicaba a preparar margaritas, un cocktail mexicano que aprendí en su lugar de origen a base de limón, triple-sec y tequila. Lo preparaba en un mini-pimer y después lo vertía en unas copas que Rudi o Montse, su mujer, se encargaban de repartir. En una ocasión cuando justo acababa de preparar una ronda de margaritas y antes de que la pudiese verter en las copas, un alemán que medía 2×2 agarró el vaso del mini-pimer donde estaba todo el mejunje, soltó un “Serh Gut” y se lo bebió de un trago. Aún no habían transcurrido cinco minutos cuando oí el ruido de un fuerte impacto contra la arena de la playa, era el alemán 2×2, que se había desplomado, y Rudi, sin inmutarse, le ladeó la cara para que no se asfixiase contra la arena, le puso una manta encima y allí mismo pasó la noche. Al día siguiente, y en la primera barca de buceadores que salía a las nueve, allí estaba el alemán 2×2 con su equipo listo para bucear. Los que habéis buceado con botellas alguna vez sabéis que si se pasa de 10 metros de profundidad y por bién que se haga la descompresión siempre queda un suave pero molesto dolor de cabeza que viene a durar una media hora después de la inmersión. Pues imaginaros iniciar una inmersión bajo fuerte resaca, ¡Se han de tener muchas ganas de ver el fondo del mar!. Spain is different, si caray, y los alemanes también.

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